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Acerca del danzón (I)

16 de septiembre de 2016

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El Danzón, Patrimonio Cultural Inmaterial de la nación cubana

 

Siempre han existido criterios divididos acerca de nuestra música nacional: unos piensan que es el son y otros, que el danzón. Los primeros argumentan que el son nació antes, que ha tenido mayor trascendencia internacional y desarrollo y que en este género están presentes canto y baile; los segundos plantean que el danzón es nuestro baile nacional. Y como mi comentario de hoy no tiene intenciones de polemizar, prefiero exponer algunos detalles del origen y la historia del danzón para que sea usted quien decida.
Todos sabemos que la música cubana es resultado de la transculturación, con fuerte presencia de elementos españoles y africanos, y que a finales del siglo XVIII la contradanza, la romanza francesa, la canción napolitana, y las arias de ópera italiana, empezaron a ocupar las preferencias en el gusto de la población cubana. Pero aquella contradanza traída por los franceses aunque en su origen era una danza de campo inglesa (country dance) fue transformándose hasta convertirse en contradanza criolla, con características muy diferentes.
Este género musical inspiró a nuestros compositores populares a crear danzas como “El Sungambelo”, que atraían a los bailadores, aunque eran de corta duración. Entonces el matancero Miguel Faílde (compositor e intérprete de cornetín), decidió extenderlas un poco y compuso “Las Alturas de Simpson” que fue nuestro primer danzón, y no era más que una “danza grande”. Su estreno en el Club de Matanzas el 1ro de enero de 1879, fue todo un éxito porque ahora los bailadores podían disfrutar durante un tiempo mayor de esa música cubana, algo más sosegada que la contradanza e interpretada por una orquesta típica que constaba de un cornetín, un trombón de pistones, un figle, dos clarinetes en Do, dios violines, un contrabajo, dos timbales y un güiro. Luego del primer danzón de Faílde, surgieron otros vinculados a las luchas independentistas: “Guerra”, “El Combate”, “Los Merengazos”… y entre los autores que se destacaron en esa línea, sobresale el nombre del trombonista Raimundo Valenzuela (1848-1905) quien se hizo famoso con sus danzones inspirados en arias de óperas italianas.
Luego de la primera etapa del danzón, surge la figura de José Urfé, quien buscó un nuevo elemento rítmico en el son oriental para “El bombín de Barreto” que, por la libertad expresiva de su último trío, define la forma definitiva del género. A esta etapa pertenece Antonio María Romeu, entre otros, quien le dio un papel preponderante al piano con el surgimiento de la orquesta denominada charanga, integrada por: flauta de cinco llaves, piano, violín, contrabajo, pailitas, timbales pequeños y güiro. La charanga típica permitía a cada músico, evidenciar sus posibilidades como intérprete, (tal como sucedía en el Septeto de Son) cuando se consagra el “estilo concertante”.
En 1929, el también matancero, Aniceto Díaz, tomó elementos del danzón y fusionándolos con otros del son, creó el danzonete, manteniendo la introducción y parte de violín (antiguo trío de metales), finalizando con una breve coda.
Hasta aquí una apretada síntesis relacionada con el origen y la trayectoria histórica del danzón, pero en mi próximo comentario ofreceré otros datos relacionados con el tema.

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